YACANTO


Yacanto de Calamuchita fue originariamente tierras de dominio de un Cacique Comechigón llamado Yam, jefe de una de las tribus más numerosas y que tenían como el dios mayor al Champaquí. De allí que los habitantes del lugar, entre los años 1570 a 1600, llamaron a su tierra Yamcanta (etimológicamente, donde manda Yam, el vocablo Canta denota un título de mando).

Con el correr de los años y con la llegada de los jesuitas, en 1722 aproximadamente, las tierras comenzaron a formar parte de la estancia San Ignacio, propiedad de la Compañía; y su uso y ocupación fue destinado a sostener las misiones y las escuelas, llegando a dar trabajo a un importante número de habitantes nativos.
Esta etapa de la historia de Yacanto culmina con la expulsión de los jesuitas por orden de Carlos III, quedando en manos de los trabajadores, aborígenes y esclavos, el mantenimiento y las tareas de la estancia.
 
Era un caserío apenas, con capilla y vastos corrales delimitados por pircas cuando comenzó su loteo, muchos años más tarde, en l939, cuando José Marrero, procedente de las Islas Canarias, compró las 1820 hs. que dieron lugar a la Villa.


La naturaleza prodigiosa ya había pintado el paisaje y destinado un centinela eterno y majestuoso, el cerro Champaquí. Desde Yacanto, se asciende por un camino mágico y serpenteante hasta el cerro Los Linderos, puerta de acceso a Champaquí. Las alamedas acunan el paso en una sucesión de verdes, en verano, y amarillos rojizos en otoño, entre arroyos cristalinos. Más adelante, imponentes pinares bordean el camino, entre piedras y húmedos territorios enriquecidos por las hojas y los frutos que caen y se transforman, cumpliendo su ciclo a través de sucesivas estaciones.


El pueblo de Yacanto tiene identidad y fuerza propia. En su atmósfera se respira calma, las horas transcurren serenas e invitan a largas caminatas bajo la sombra de sus pinos, a la observación del vuelo de las aves y de los majestuosos cóndores, al descanso y la celebración de las horas y los días.
Pero Yacanto no sólo es pausa, los aficionados a los deportes de montaña encontrarán aquí la posibilidad de escalar uno de los cerros más altos de las Sierras de Córdoba, el Champaquí. Quienes disfrutan de otro tipo de actividades deportivas, pueden contratar paseos a caballo por las sierras, alquilar bicicletas, o planear una jornada de pesca deportiva.


El pueblo se empequeñece a medida que se avanza hacia las Sierras Grandes. La mirada del viajero atento puede alcanzar el nacimiento de los ríos, Durazno y Tabaquillo. Las nubes camaleónicas del cielo serrano se condensan, cambian de color y visten el escenario de azules furiosos. La naturaleza manifestándose en todo su esplendor.

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